martes, 12 de noviembre de 2013

Vino tinto (II)

Recién despierto, perdí el conocimiento un tiempo que desconozco, aún tengo el cuaderno y la lámpara, pero, ¿Dónde estoy?No se ve absolutamente nada a mi alrededor, incluso con la lámpara de petróleo se me dificulta ver.El suelo está inundado, a cada paso salpico agua y escucho ecos lejanos.Hay un extremo olor a vino en el ambiente, como si se hubiese evaporado todo un barril y hubiese reemplazado el aire.Veo a lo lejos una luz, una luz que amenaza con desaparecer. Corro lo más rápido que puedo.Me acerco a la luz cada vez más y más. Hasta que llego al lugar que la produce. Me detengo en seco. Una terrible sensación de terror y asco inundan mi cuerpo.Tengo enfrente a mi abuelo y su amigo empalados, sin piel más que en la cara y con todas sus vísceras de fuera, desparramadas en el charco rojizo que rodea los cadáveres empalados.Ambos cuelgan, mi abuelo fue atravesado por el pecho, mientras que su amigo ha sido clavado de manera vertical, de forma que la estaca sale de su boca. Al lado de la horrible escena hay una antorcha hecha de huesos, un cráneo es usado para contener la yesca.No puedo llorar, incluso sabiendo que mi abuelo ha muerto. Decido caminar hacia adelante, esperando toparme con alguna pared. La veo, una pared... más bien un muro de piedra, hay cajas flotando en el agua que parece haber estado estancada desde hace años. No sé qué haré.Por lo mientras, he decidido sentarme en una de las grandes cajas de madera y descansar de la humedad en mis zapatos.Olfateo un poco el ambiente, me he acostumbrado al olor del vino ya.La oscuridad se disipa, estoy en una clase de pasadizo minero, el agua estancada ya no está y tampoco los cadáveres ensartados.No logro describir este lúgubre sentimiento. Felicidad y angustia.Podría pensar que fue una ilusión, pero mis pies siguen mojados.Camino hacia la salida, doblo la esquina para salir, pero el camino está bloqueado, una gran columna de piedra obstaculiza el paso, haciéndome imposible la huida.Doy media vuelta y ahora solo me queda de opción internarme más en la mina.
Hay un ascensor en buenas condiciones, me subo a él, y en cuanto lo hago, la oscuridad vuelve.

Te recuerdo.

Ayer te vi. Parada ahí, en esa esquina en la que sueles tomar la combi. Estabas parada de manera dulce e inquieta.
Llegó la combi y subiste, saludando a todos los que iban dentro como acostumbras.

Hace tres días te vi bromear con tus amigas y sonreír, sonreír como solo un ángel lo haría.

Hace una semana trabajé en equipo contigo. Perdóname por no hablar mucho, me daba pena hablarte.

Hace diez días te vi en la cooperativa tratando de comprar. Me da lastima no haberte podido ayudar. Desde el salón vi que terminó el receso y no conseguiste comprar nada.

Hace veinte días, modifiqué la lista de la profesora de matemáticas para que no reprobaras, porque no lo mereces. Ni lo merecerás.

Hace un mes, llegaste. Vi tu rostro, tu belleza resaltó inmediatamente, me quedé perplejo, incrédulo. Poco a poco (En realidad de mucho a mucho) fuiste adquiriendo, sin querer, mi cariño, mi amor.

Vi tu carisma, vi como te preocupabas por los demás, como hacías amigos en un santiamén, como lograbas animar a todos hasta en las situaciones más desfavorables. 

Te vi llorando con tus amigas en más de una ocasión. 
Me enamoré de ti, de tu belleza y de tu forma de ser.

Eras perfecta.
Hoy, escribo esta carta en tu memoria, porque siempre en mi corazón, un corazón que desearía haber sido amado por el tuyo; y en el de los demás, todas aquellas personas que has apoyado, has animado y con las que has llorado.

Ninguno de nosotros te olvidará. Lo juro.