domingo, 24 de agosto de 2014

Letras sobre letras.

Plan sobre plan, idea sobre idea, cada cosa fuera de lugar que se reordena sin que me dé cuenta y cada cosa que se sale de sitio a cada diez minutos y regresa sólo cuando me fijo a verla.
Asi son mis ideas. No tienen orden, no tienen sentido ni figura.
Sólo son ideas esparcidas. Que terminan en fragmentos de texto que después se acomodan unos tras otros, buscando la parte del texto que les corresponde.
No hay gran mágia. Aunque para mi es un completo misterio.

Uno escribe sin ver siquiera. No lo necesita más. Las faltas ortográficas se hacen cada vez más molestas y uno no puede dejarlas de ver.
Y ya no hablo de lo mismo. Idea cortada, ¿no lo habíamos mencionado ya?
Pero qué más dá. Aún así puedo recordar de qué hablábamos.
Ahora imaginemos que la mente humana es un librero.
Pongo las ideas en este librero. Y llegan nuevas sin que me dé cuenta, ni siquiera las veo pasar. De repente ya están allí.

Pero tampoco importa tanto.

El problema llega a la hora de elaborar un escrito. Cuando todas las ideas buscan salir al mismo tiempo, chocan unas contra otras como si fuesen aves perdidas. Cayendo y dejando el estruendo del choque. Totalmente opuestas, pero han colisionado.
Se mezclan a veces. A veces se matan entre ellas. Pero cuando una idea llega al papel, en ese momento está a punto de hacerse la magia que tanto me intriga. Las ideas contrarias saben que ya no tienen lugar en el papel y se retiran a sus nidos. Vuelven a los estantes, dejando espacios vacíos en donde irán nuevas ideas.

Entonces las demás ideas tienen luz verde para salir a flote, buscando cada una su lugar, viendo de arriba para abajo y buscando  quién va antes y  quién va después de ella.

Muchas ideas chocan entre sí, hiriéndose y cayendo hasta su muerte o hasta otra repisa, en la que esperarán una oportunidad para curarse y salir a flote nuevamente.

Cuando han encontrado su orden, esperan el llamado al que atenderán enseguida.
Esperan a estar involucradas en un párrafo. Y cuando la mente va a escribir el párrafo, la idea emprende el vuelo majestuosamente, como un ave surcando los cielos, hacia el papel. Todo eso sin que lo veamos realmente.

Pero una vez que lees el resultado de tu obra te das cuenta de cuantas ideas han surgido, han muerto y han triunfado, buscando salir a la luz.